Frío en el sur

“¿Qué pensás de mi?” te quise preguntar mientras te quitaba el corpiño. Sabía que no era el momento entonces dejé que te enroscaras hasta que acabaste, dormida.
“¿Qué pensará de mi?” me preguntaba mientras acariciaba tu espalda y su fin y escuchaba tu respirar somnoliento. Pasaron horas. Mientras tu cuerpo se enfriaba desnudo, como daga la misma pregunta. Una y otra vez.
Era otra tarde de invierno, otra fría y lluviosa jornada en el sur. Amábamos amarnos en ese contexto. Tanto frío, tanto calor. Decidí levantarme para preparar unos cafés y unas tostadas. La merienda era el complemento, la recuperación de energías, la charla amena y las miradas. “¿Qué estará pensando?” La interrogante constante de esos días que me sorprendió nuevamente mientras buscaba la mermelada. De repente dos brazos, delgados, fuertes. Desde mi espalda a mi abdomen. Ella, que había despertado, por el olor a café y por las ganas de más. Giré y choqué sus ojos celestes. Ella quiso dejarse chocar. Nos detuvimos (y el tiempo también). Sabía que era el momento oportuno para formularle la pregunta que tanto me inquietaba. Mi cerebro envió la señal a mi cuerpo. Cuando mis labios y mi lengua se disponían a esbozar un tímido “Qué” ella me interrumpió diciendo: “¿Te puedo hacer una pregunta?” Atontado respondí que sí (por qué habría de negarme) Entonces me miró y dijo “¿Qué pensás de vos?”
Aquella tarde fue la mas gélida de aquel inverno en el sur, pero por sobre todas las cosas, fue la más silenciosa.

17-6-2009 Madrid, España