Extractos no tan abstractos al tacto

Como si fuera rutina el hombre de barriga prominente desabotona su camisa a cuadros y se prepara para el desafio. Su adversario no pasa de los 60 Kg. y sus ojos saltones evidencian una alimentación carente de los nutrientes adecuados. Cuando al fin se encuentran cara a cara dan inicio al intercambio de insultos, trompadas, patadas y un poco de saliva. Caen de a turnos al suelo cubriéndose de lodo. Tras cinco minutos furiosos de pura adrenalina la riña llega a su evidente desenlace. Unos de los hombres comienza a llorar.

Silvia se desviste puntillosamente. Quita una a una sus prendas y las acomoda delicadamente sobre la silla ubicada al lado del lavamanos. Comprueba que el agua esté caliente y se sumerge en la tina de baño heredada de su abuela. Mientras su cuerpo se vuelve liviano entre las sales y las burbujas comienza a llorar desoladamente. Piensa que no sabe por que. Acto seguido, todo se vuelve la misma cosa, vapor.

La música suena de fondo y me hace profundizar. Las voces en otras lenguas terminar de decorar el paisaje sonoro del lugar. La ventana se rinde ante la nieve. Como ya me es habitual en este ultimo tiempo me encuentro en silencio y escribiendo. Para ser sincero hace tres años que no me afeito y un año y medio que no me cambio la ropa. No por que no quiera, sino por que no puedo.

Una persona cualquiera se prepara un café. Escoge unas galletas y se acomoda en su sofá preferido. Escucha plácidamente como la lluvia golpea sobre su techo mientras descubre una por una las páginas del último libro que le prestaron. Lee. Se sumerge. Comienza a llorar.

3-11-2009 Brasov, Rumania

Idolos vs. Pequeñas cosas

"Como me gustaría volver a escuchar aquella canción que nunca mas volví a bailar"

Se encontraron los ídolos y las pequeñas cosas. El concierto de melodías sin salidas y la euforia de los días muertos. La reunión prometía y en el aire se respiraba grandeza. Los ídolos se impusieron de ante mano alegando que por ser ídolos deberían ser reyes. Sus voces sonaban cual trombón, profundas, imponentes. Los ademanes evidenciaban la arrogancia pre-meta. Reían y bebían. Algunos parecían volar. Se agrupaban dando la espalda al resto, al mundo.
En contrapartida el bando de las pequeñas cosas permaneció silencioso, invisible, más pequeño que nunca. Esperando.

2-11-2009 Brasov, Rumania

Espera (la)

No hacia otra cosa que esperar. Habían pasado 15 años desde la última vez que había salido de su casa. Se pasaba el día entero sentada en el sofá a la expectativa. Como un trabajo, desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche. Solo descansaba para un almuerzo rápido y para tomar un te de tanto en tanto. Cuando la familia le insistía para que saliera a tomar un poco de aire fresco o dar un paseo por el barrio, ella se negaba rotundamente aludiendo que no podía arriesgarse a que lo que ella estaba esperando llegase justo cuando no estaba en la casa. Cuando alguien le preguntaba que era lo que tanto estaba esperando, ella regalaba silencio. Cuando le volvían a preguntar, ella regalaba ausencia.
El hogar era sencillo. Un solo piso, dos habitaciones, un baño, una pequeña cocina y un comedor adornado con algunos cuadros en serie y con muebles viejos completos de los típicos adornos que las personas te regalan cuando no saben que regalar. Lógicamente, como la señora en cuestión tenía un trabajo "full time", todos los componentes de la vivienda se hallaban escondidos bajo una cubierta de polvo que le otorgaba al lugar un aspecto milenario. De su ropa no hay mucho para decir. Una pollera marrón hasta las pantorrillas, una camisa blanca abotonada hasta el mentón y un sweater beige. Se podría decir que estaba a la moda, pero la de hacia 15 años atrás.
El invierno había llegado (o nunca se había ido) Ella, como de costumbre, se encontraba amoldando los cojines del sillón. Decidió que era un buen momento para tomarse un te de Boldo. Se dirigió a la cocina. Encendió el fuego en la hornalla, puso el agua a calentar y fue cuando estaba buscando la lata de tes que lo sintió. En sus entrañas primero. Luego en todo su cuerpo. En ese momento fue consciente de que lo que tan anhelosamente había esperado finalmente había llegado. Para quedarse, para siempre.
María marta Rosenda Funes de Gabriele fue enterrada un día frío y lluvioso junto a la tumba de Roberto Reinaldo Gabriele. Algunos todavía se animan a preguntarse que era lo que María tanto había estado esperando. Obviamente nadie lo dice en voz alta.

2-11-2009 Brasov, Rumania

La típica historia de atípico amor de un hombre con futuro perdido en Transilvania

No creía en los cuentos de amor hasta que me devolvieron mi cara de romántico. Siempre me consideré el clásico tipo de persona que va rumbo a la nada, a la vida sin goce. Hoy puedo decir con firmeza que pocas veces me equivoco.
Son las 2 AM en Brasov, Rumania. Voy camino a mi hostel. La nieve no me permite ver mis pies y ahora son dos las partes de mi cuerpo que se volvieron invisibles: los mencionados pies y mis ojos (difícil ver con los ojos invisibles ¿no?) Me paso lo días enteros planificando mi vida para los próximos 20 años (no más) Lo divertido (si así se puede presentar) es que organizo empezando por el último de los 20 años y luego me voy acercando (y sólo acercando) al presente. En realidad y para ser sincero siempre llego hasta el año 10 aproximadamente. Por lo tanto vivo de la fantasía. Soy un campeón de Formula 1 que no sabe andar en bicicleta. Soy un magnate millonario de mil negocios que aun no tiene un billete en el bolsillo. Si me preguntan, llevo una vida de éxitos aunque no tengo vida.
Para no dispersarme me gustaría retomar el asunto que mencioné con anterioridad acerca de que no creía en cuentos de amor y ahora si. Lo que pasa (o lo que pasó) es que realmente me daba por las pelotas ver las novelas de la tarde o las películas en que todo parece imposible y al final (y siempre) el más lindo se queda con la más linda (a veces hasta tienen hijos) Para mi siempre fueron pelotudeces para las señoras mayores que no salen de la casa y para las adolescente vírgenes con fame dell' uomo. En fin, la cuestión es que hace unos días me sucedió algo que, como bien dije, me devolvió mi cara de romántico.
Me encontraba a la vera de un tren de mala muerte con dirección Estambul-Bucarest. El viaje duraría algo así como 20 horas así que hice el esfuerzo y me pagué un camarote para poder dormir cómodo durante aquella travesía. Dicho camarote presentaba tres camas dispuestas una encima de la otra. El primero en entrar fui yo. Me acomodé en la cama inferior y me digné a esperar y tener la suerte de viajar solo (lo cual es preferible por que nunca se sabe con que loco te puede tocar) Faltando diez minutos para la salida y en contra de mi voluntad, entraron dos personas. Un hombre y una mujer (una pareja). Nos saludamos cordialmente y cada uno se preparó como mejor pudo para enfrentar el largo trayecto. Supongo que habrían pasado treinta minutos de viaje cuando el traqueteo de la maquina sobre la vía me durmió.
Abrí los ojos como queriendo volverlos a cerrar. Fue imposible volver a conciliar el sueño. Ya estaba despierto. La ventana se perdía en la noche. Me sumergí como de costumbre en mis ideas "anti-corto plazo" cuando lo oí. El sonido vaivén de la litera superior a la mía. "Crii-Crii, Crii-Crii...” Una y otra vez durante largos minutos. En primera instancia probé hacer como si nada sucediera. Luego me pareció divertido seguir el ritmo del sonido. Posteriormente me pareció música. Al final ya tenia ganas de bailar. Sigilosamente salí de mi cama y "como quien no quiere la cosa" me paré. Dudé un segundo y luego coloqué una de mis manos sobre la nalga de la mujer. Ella me miró pero no dijo nada. Como queriendo entrar en confianza acomodé mi otra mano sobre uno de sus senos. Ella cerró los ojos y con su mano izquierda comenzó a acariciarme. la respuesta de él no se hizo esperar. De un modo muy amable y varonil me invitó a danzar con su mujer. Gracias a Dios su orientación sexual estaba definida hacia un sólo bando así que no hubo ningún inconveniente en "partir y compartir" y viceversa. Me sentía en mi plenitud, rebalsando de dadivosidad y de dulzura. Una historia de amor digna de un film taquillero. Mi propia historia de amor (y que nadie se atreva a cuestionar que es el amor para mi) Así, las horas y las manos pasaron y pasaron. Cuando la mañana nos devolvía la ventana estaba ya tan exhausto que me quedé profundamente dormido (no tuve opción)
Me desperté temblando del frío. La habitación de aquel albergue en Brasov no se parecía en nada la típica cabaña cálida de montaña nevada que se puede apreciar en las publicidades de chocolates o licores. El recuerdo de lo recién vivido me hizo reflexionar acerca de cuan exitosa puede llegar a ser mi vida dentro de 10 o 15 años aunque aun sigo perdido entre las montañas de la Transilvania rumana sin bicicleta ni un euro en el bolsillo.

30-10-2009 Bucarest, Rumania

Atareada Moraleja

Todos se miraban y me decían que no lo podían creer. Algunos reían, otros quedaban en silencio. Otros no se movían. Yo no tomaba real dimensión de lo que acontecía así que por lo tanto me divertía superficialmente mientras esperaba la hora de irme a la cama.
La señora de pelo raro no dejaba de acariciarme el cuello. Al principio me pareció divertido pero con el correr de las horas me empezó a dar la sensación de que la situación se tornaba siniestra o bien molesta. Para ser sincero ya me había aburrido un poco de todo ese embrollo así que disimuladamente agarre un vaso, le puse un poco de whisky y me escape al balcón. Cerré la ventana detrás de mí y por fin pude ver el silencio. Ya era de noche por lo tanto el mar solo se escuchaba. Pasado unos minutos me encontraba con mis pensamientos en lo mas profundo de mi cuando una mano me tomo por el cuello. Mi reacción lógica fue dejarme caer al piso. Una vez derrumbado sobre las baldosas de granito pude ver al dueño de la mano (que aclaro, no era la señora del pelo raro) Supongo que fue por el olor de la ropa que decidí no respirar. Me levante suavemente del suelo sin dejar de ver directamente a los ojos al portador de "la mano". Este me mostró nuevamente sus cinco falanges. Eran gordos y peludos. Uno de ellos tenía un anillo con diamantes. Otro tenia una uña negra. Me sonrió. Luego me mostró como cerraba la mano hasta transformarla en un puño. Luego me enseño como ejecutar una trompada. Luego no me acuerdo más.
Desperté muy molesto y con unas ganas increíbles de tomarme un café y comer algo. Me levante de la cama y fui directamente a la cocina. Allí estaba el, como todos los días desde hacia mil años. A esa altura ya odiaba su cara y por sobre todas las cosas su mano. Ese día en particular no lo quise saludar entonces me quiso enseñar como ejecutar una trompada en las costillas. Obviamente yo le enseñe como eludirla. La realidad es que ya éramos maestro y alumno de ida y vuelta. Todo el tiempo enseñando y aprendiendo. Un día el me enseñaba mucho y otro día el aprendía un poco. No se cuanto duro toda aquella odisea pero tampoco quiero saberlo. Basta.
Todo lo relatado forma parte del pasado. Ahora es presente y por cierto hace mucho frío. Dicen que va a nevar. Lo anecdótico de aquellas vivencias es que todos los días se "aprende" algo nuevo. Esta en uno saber "enseñar"

29-10-2009 Bucarest Rumania

Del barro

Te venias a tropezones mientras me pedías tierra. No sólo te di tierra sino que también te regalé agua. El degradé apabullante de tus principios fue puro final y te debatiste entre sabanas y mesas de bares. Un tiempo después (y no muy tarde) me gritaste a modo de ley de último recurso, quizás buscando seguridad o compasión. Entonces tu tierra se hizo barro y de tu barro me quedé con el agua. Así limpié uno de mis ojos mientras tu piel se quebraba inerte.
Ya no se si hoy queda rastro de ese barro o aquella agua. Parece que todo es aire y bien sabemos que en el aire las hojas vuelan sin un sentido estricto. Libres

21-9-2009 Cala Bona, Mallorca, España

Sin rodeos

Lo cansino que se desabotona ante la incorruptible fundamentación de ir menos acá y por lo tanto más allá. El glorioso segundo en que por fin (y de una buena vez por todas) tomás las riendas riendo y palanqueás la primera rueda de un monstruoso tren. La inercia se encarga del resto. Ahora te encontrás moviéndote (más por dentro que por fuera) y te sentís estrafalariamente raro cuando no estás sintiendo otra cosa más sencilla que felicidad. Y ahora la pregunta final: "¿Por qué convertimos en universo lo más simple de la vida?"

18-9-2009 Lisboa, Portugal

"El compañero de siestas"

De pequeño fantaseaba con la idea de convertirse en el príncipe azul que todas las mujeres sueñan. Hoy se conforma con dejar de ser un sapo. En el barrio lo llaman "el asfixiado" porque acostumbra a usar sus pantalones hasta poco por debajo de sus tetillas, en el club lo llaman "cuatro ojos" o "culo de botella" en alusión a sus gafas al mejor estilo nerd. En su casa lo llaman Armandito. Las mujeres directamente no lo llaman.
Armando Atilio Castillo Cascorrosa Petú tiene 27 años y es el clásico mujeriego de ficción puertas para adentro de su habitación colmada de calendarios de gomería. Sus historias amorosas lo relacionan con estrellas del espectáculo, celebridades o incluso puede darse que sean sólo con una parte aislada de un cuerpo (como por ejemplo el culo de la vecina del 2F)
Una de esas tardes violentas, en las cuales Armandito suele cachetearse más de cinco al hilo, algo diferente ocurrió. Se sintió plenamente vacío. Ni Pamela Anderson o la infartante Coca Sarli pudieron sacarlo de aquella depresión (ni siquiera el recuerdo de los senos de la del 6C). "Culo de botella" más anonadado que nunca salió despedido a la calle en la búsqueda de un relleno para dicho vacío. A esa altura ya era más que consciente de que era lo que necesitaba. Una mujer real. Eso implicaba que la pudiese tocar (además de pensar) y también que fuese completa y no una sola parte (como las piernas de la del 5C). Así pues, el hombre sapo salió como flecha dirigiéndose al bar más cercano. Pidió un jugo de naranja exprimido y sólo se sentó a esperar. La tarde se hizo noche y la noche madrugada. Frustrado y con más de un kilo de vitamina C en las venas Armandito emprendió la retirada para su casa. La idea de morir virgen lo atormentaba cuando por descuido golpeó su cabeza con la parte inferior de un cartel de señalización de transito.
Segundos después su cuerpo yacía sin conocimiento sobre la acera fría. Armando soñaba con tetas y culos en una piscina de leche chocolatada cuando una voz desubicada (y poco oportuna) le repetía "Despertá boludo ¡Dale!"
Abrió los ojos. Estaba mareado y confundido pero allí la vio. Inmaculada. La mujer de su vida. Ella le explicaba lo que aparentemente le había sucedido y como lo había encontrado pero él no hacia otra cosa que imaginar como sería su heroína desnuda y cubierta de crema repostera. Lentamente se incorporó y abandonó el suelo. Ella muy amablemente se ofreció a acompañarlo a su casa. Él sintió como la conexión se establecía y a esa altura el desenlace era inminente.
Hizo durar las pocas cuadras que tenían por delante para asegurarse de que ella también se había enamorado a primera vista. Finalmente, cuando la entrada de su hogar los acogió, él, con el mejor aire de Don Juan copiado de algún film Hollywoodesco, sentenció un " Me gustas mucho ¿Sabes? ¿Te gustaría pasar a tomar un café y follar un poco?" Acto seguido la heroína de turno se transformó en Tyson y lo sorprendió con un cross de derecha que lo dejó inconsciente por segunda vez en el día.

Armando acaba de cumplir los 48. Le faltan dos de los dientes de adelante producto (y recuerdo) de aquel cross recibido aquel fatídico día de ya hace 21 años. Sigue viviendo con sus padres y aun conserva su clásico look como un insecto dentro de un frasco de formol. Su vida se mantuvo exactamente igual excepto por un detalle. Ahora trabaja. ¿De qué? De "Compañero de siestas p/ mujeres varias con deseos de hombre fogoso. A domicilio. TE. 4706641". Por lo menos así decía el aviso clasificado que encontré por casualidad en el periódico de este domingo.

16-9-2009 Lisboa, Portugal

Periplo de un silencio

El aún conservaba cierta inocencia. Ella ya no tenía nombre (al menos para él) Se habían conocido bajo circunstancias laborales. Eso es lo que ella creía. El ya la había soñado mucho antes.
Madrid los obligaba a contrarrestar el intenso calor con esporádicos encuentros en una piscina local donde el incursionaba en el mundo del salvataje y ella en el mundo de él. La relación presentaba ciertos huecos y carecía de determinados condimentos. Pero eso sí, las miradas no faltaban en absoluto. Cada vez que se despedían en él se hacía evidente cierto deje de día gris en sus ojos. Quizás por la nostalgia de otros tiempos mejores o tal vez por la simple impotencia de quien tiene mucho para dar pero no sabe cómo. Así pues, pasaban los días. Sus encuentros ya se habían hecho más regulares y en cada "Hasta luego" las nubes se juntaban en la expresión del joven. El batido de sensaciones se clavaba cual dardo en su estomago. De repente, como si fuera una novela, se imaginaba tomando el control de la situación y expresando todos sus sentimientos. Lógicamente en ese mundo televisivo ella caía rendida y le juraba amor eterno. Pero rápidamente el miedo al fracaso se paseaba por su mente como un fantasma y le recordaba una y otra vez porque el amor duele. El sube y baja de la situación lo tenía atrapado en una pecera con cemento. Estático, pesado.
Entre el calor del sol y el ardor de la desazón el verano se le hacía cada vez menos soportable. Durante su tiempo ocioso no podía dejar de preguntarse por qué ella no sentía lo mismo. Durante su tiempo no ocioso esperaba ansioso por tener tiempo libre y volverse a preguntar " ¿Por qué?". Cuando menos lo esperaba ella aparecía y de un segundo a otro sus piernas se volvían tan rígidas como cintas a merced del viento. Debilitado por las ansias y sus propios temores tomo una decisión. "Me voy a olvidar de ella" se juro. Metamorfoseó a témpano de hielo y se obligó a limitar sus demostraciones de afecto. Ya no hacia tanto calor en la piscina. Ella pensaba que era por el viento norte. Él trataba de no pensar.
El verano agonizó de la manera más silenciosa posible y ante la caída de las primeras hojas de la infinita arboleda madrileña, él decidió marcharse. Su viaje marcaría el fin de aquella relación que nunca fue, también sepultaría sus miedos de hombre. Una suerte de huida.
Su vuelo rumbo a algún país de Sudamérica partía a las dos de la tarde y ya tenía todo preparado. De todos modos la sensación de que algo se le estaba olvidando era inevitable (¿A quién quería mentirle?) Baraja lo encontró famélico de espíritu y con las pupilas más grises que nunca. En media hora emprendería la retirada. era como alejar la mano del fuego aunque siendo consciente de que el fuego seguiría allí, ardiendo en el mismo lugar.
Se disponía a realizar el control de abordo cuando oyó su voz. Nítida y transparente. Quirúrgica. Era inconfundible. La mujer sin nombre. Tras una serie de acrobáticos movimientos quedaron cara a cara. Se miraron fijamente y el lugar enmudeció. Dubitativo se atrevió a preguntar: "¿Qué hacés acá?" Ella se limitó a responder un "Vine a despedirte" Cuasi tsunami lo invadió una fuerza nunca antes experimentada. Tomó coraje y decidió jugar su última carta. Se disponía a vomitar el tormento vivido durante sus últimos meses cuando ella lo sorprendió con un "¿Por qué?" Sacudido él respondió "¿Por qué, qué?" “¿Por qué nunca me miraste con otros ojos?" Ella sentenció.
La fiebre de aquella situación le imposibilitó el habla mientras la resurrección de los altavoces lo arrastraban dentro del avión. Como si fuera su última bocanada de aire ella le gritó sordamente "No te vayas" pero él se dejó arrastrar hasta el final. Se miraron por última vez. Los ojos de ella eran un mar. Los de él ya estaban completamente negros.

8-8-2009 Madrid

Fue antes del sol

Como la trompeta que tanto odiabas o el silbido de tu cadera. Tus oídos ciegos ante el incesante parloteo de mis miradas. Caímos en la cuenta de que los roces casuales tenían la fuerza de un terremoto. Las grietas de tu cuerpo se abrieron paso feroz ante el inminente desenlace. Prometí no volver a prometer en el mismo instante en el que juraste mil cielos y un poco mas. Ya estábamos en posición de avance. Sonreí ante la posibilidad de volver a sentirlo. Nunca mas olvidare aquella cara (ni siquiera por negación)

2-8-2009 Madrid

Densidad Aparente

Comenzaba a darme cuenta de lo complejo que resultaba mantenerme cerca mió y a la vez cerca tuyo, cuando decidiste escribirme en primera instancia y luego tomarte un avión. El avión de regreso.
Por las mañanas acostumbraba a levantarme de la cama, luego desayunar y por ultimo despertarme. Me caía bien esa sensación de ganarle minutos al día. Pero de un domingo a un lunes ni gane minutos al día ni pude despertarme.
Fui a buscarte al aeropuerto Barajas. Traías contigo una maleta muy grande y tu mejor sonrisa preparada (no recuerdo cual de las dos cosas me supo mas pesada) El abrazo fue frío pero no fue eso lo que me congelo (por expresarlo de alguna manera) El inconveniente eran tus ojos. Ya no eran celestes ni marrones. Creo que ni siquiera eran ojos. Me miraste fijamente (lo cual es un modo de decirlo ya que si no existen ojos no considero que exista posibilidad de mirada alguna) Experimente algo así como dos o tres o un millón de puñaladas en mi vientre. Instintivamente palpe la zona buscando sangre pero para mi desconcierto lo que había era una sustancia pegajosa, espesa, verde. Savia. Mientras me sentía agonizar tu cara reía y se volvía cada vez más roja. Comenzaste a vociferar en una lengua extraña pero mas extraño aun fue que te entendía a la perfección. Entre dientes dijiste:" Es la segunda vez. Que la culpa te culpe o que revientes como sapo" Repentinamente de tu boca una lengua bífida arremetió contra mi rostro abofeteándome hasta el cansancio. Seguías riendo. Comencé a reír también. Abruptamente te volviste rígida y me obligaste a callar. Nuevamente te dirigiste a mi:" Ahora que ya lo sabes, levantate y anda a trabajar que son las 10:20 de la mañana" Acate la orden, moví mi pesado cuerpo a la cocina, desayune y partí al trabajo. Una vez en la piscina, donde hago las veces de socorrista, recordé y pensé que todo lo recién vivido había resultado de lo más bizarro. Decidí nadar unos momentos para lograr despertarme. El agua no estaba tan transparente como otras veces. Ni tan fresca, ni tan liquida, ni tan agua. Su densidad aparente prometía hundirme. Estaba atrapado en aquella masa pegajosa, espesa y verde. Me estaba ahogando en una piscina de savia.

8-7-2009 Madrid

" I' m so tired of being alone"

Algunas de las velas aun seguían encendidas, como queriendo prolongar el fin de una noche que nunca había empezado.


Se peinaba como mejor podía y nunca desentonaba. Mientras alisaba su ropa (ya puesta) me miraba pero no tan fríamente como tantas veces lo había hecho. Me tiró (literalmente) un par de billetes y salió por la puerta apurando el paso. Mientras su cuerpo desaparecía en la oscuridad de aquel pasillo se esfumaba también una tonelada de sentimientos para dar paso a dos toneladas de pensamientos. Por lo tanto allí me quedé, como ya era habitual. Sería otra mañana exactamente igual a la anterior y volvería a pensar que ese sería el primer minuto del resto de mi vida. Lógicamente sin saber cuánto significaba "el resto de mi vida" (de haber sabido que sería tan poco por lo menos hubiera intentado levantarme de la cama)

En la radio sonaba Al Green y automáticamente recordé a aquella chica de nombre raro que había conocido viajando por uno de esos países también raros (me había sentido tan vivo en aquel entonces). A modo de catarata comenzaron a precipitarse imágenes de mi vida. Momentos culminantes. De los buenos y de los malos. Tantos años y tantos proyectos saboteados por mí mismo. Me detuve a pensar intensamente sobre este último punto ¿Que había estado esperando? ¿Por qué nunca me había animado a concretar siquiera alguno de aquellos sueños? ¿Es posible vivir con tanto miedo? Reconozco que me genera bronca que aquel cuestionamiento se haya presentado sólo unos minutos antes de lo que iba a ocurrir luego. Si hubiera dispuesto de más tiempo (¿O acaso ya lo había dispuesto?)

Los minutos transcurrían en cámara lenta mientras los pensamientos se imponían como flechas: directos, cortantes. Experimenté uno de esos momentos donde todo toma forma y uno vislumbra que la solución es simple y está al alcance de la mano. Me sentía feliz mientras me proponía firmemente y de una buena vez por todas convertir mis sueños en realidad. Danzando entre esas ideas liberadoras me encontraba cuando percibí el sorpresivo (y poco respetuoso) olor a humo. Tanta danza y tanto viaje a kilómetros de distancia me habían impedido notar que una de las lapidarias velas se había desplomado sobre las sábanas de la cama (que ya no era fría). Rápidamente las llamas devoraron las cortinas y los muebles. La habitación era un infierno. El pánico me inmovilizó. No atiné a hacer nada. Lo último que recuerdo fue que en la radio aun sonaba Al Green y creo, sino me equivoco, que la canción era "I'm so tired of being alone"



2-7-2009 Madrid

La siesta

Violentamente me desperté de la siesta bajo los calidos rayos del sol. Mi silla estaba empapada de sudor. El sueño pesado me impedía aun levantar totalmente mis parpados. Esa situación solo pudo durar unos segundos. Lo que vi. frente a mi me despabiló por completo. Como una cachetada se hizo visible una piscina celeste, inmensa junto a un parque arbolado. ¿Que hacia yo allí? La respuesta estaba escrita en mi remera: "Socorrista". Para mi desilusión esta respuesta generaba aun mayor desconcierto ¿Desde cuando yo era socorrista? Jamás había tomado un curso y lo único que sabia hacer en el agua era no ahogarme. No lograba comprender que era lo que estaba aconteciendo. Me sentía extraviado. En la búsqueda de explicaciones comencé a mirar como loco a mí alrededor. Había edificios no muy altos pero muy distintos a los que yo estaba acostumbrado a ver. Parecían construcciones de siglos pasados, con su típica arquitectura y sus aires de grandeza. En unos de ellos algo llamo alarmantemente mi atención. Un cartel. Amarillo y rojo. No muy grande. No muy chico. En este se leía: " Restauraciones Madrid S.A. 1890-2009" ¿Madrid? Exclame. ¿Estaba yo en Madrid? ¿Como podría haber sucedido? Era imposible, hacia solo unas horas había decidido contrarrestar el frió invierno de mi ciudad durmiéndome entre las calidas frazadas de mi cama y ahora, de repente y para mi sorpresa, despertaba siendo socorrista de una piscina en Madrid. De más esta aclarar que a esa altura me sentía totalmente desorientado, desesperado. Mi cuerpo no tardo en acompañar aquella sensación. El dolor de cabeza junto al mareo y las nauseas me obligaron a huir al baño mas cercano. No salía de mi asombro y de un momento a otro dude de si alguna vez saldría. Luego de lavarme enérgicamente mi cara con agua fría me mire al espejo. Contrariamente a lo esperado el pánico no se hizo presente. De modo extraño experimente una sensación de pleno regocijo y paz. Ese cuerpo no me correspondía y esa cara húmeda no era la mía. Ese no era yo.

1-7-2009 Madrid

Las hojas caducas

Te disponías a recoger tu ropa del suelo mientras tus dotes de mujer amante regresaban corriendo desesperados a ese rincón que tan bien supiste mantener en secreto durante largos años. Si alguno de los dos hubiera sido adicto al tabaco, el humo de un cigarrillo hubiese coronado aquel tiempo y espacio. Pero ninguno tenía el hábito de fumar y tampoco ya había tiempo, ni espacio.
Desde aquella cama de piedra (o de piedra en aquella cama) contemplaba como te ibas vistiendo y cubriendo. Desde adentro hacia afuera. Lentamente. Primero tus ansias de mas, luego tus indecorosas deseos de desearme. Cubriste con desden tu orgullo y acto seguido y para finalizar, tu ropa interior, seguido de tu jean y tu camisa. Yo continuaba desnudo (todo desnudo). Nos miramos a los ojos. Yo a los tuyos y supuse que vos también mirabas a los tuyos aunque reflejados en los míos (que ya estaban casi vacíos). Yo dudaba de si te habías sentido cómoda. Vos estabas convencida de que nunca mas me ibas a volver a ver.
La ceguera de aquellos días anticipaba un otoño por demás amarillo. Las hojas de las acacias cubrían el parque. Las hojas de mi cuaderno tapizaban a las de las acacias. Pasaron años sin saber de vos. Pasaron décadas sin saber de mí.
La calidez de España ahora me resguarda y me devuelve de a ratos los aires que alguna vez tuve. Quizás hubiera preferido vivir en otro país o al menos en otro hogar. En fin, no soy feliz pero al menos estoy seguro (y los demás también). Las paredes de "Nuestra Señora de la Fuentecilla"* hacen las veces de confesionario; mis compañeros de cuarto me permiten pensar que no soy el único; los doctores son mis guías y mis escritos (junto a la medicación) son mi cable a tierra.

* Véase "Los renglones torcidos de Dios" de Torcuato Luca de Tena (N. del ed.)

26-6-2009 Madrid