Tarde de sábado

Podría salir corriendo y decir que estoy haciendo ejercicio. Podría ahogarme en la bañadera y fingir que estoy haciendo inmersión. Tal vez podría sentarme y aburrirme y simular que estoy meditando.

Miro atentamente el reloj clavado en la pared y pienso que el tiempo puede ser clasificado simplemente en bueno o malo (sin dejar de ser curvo y relativo). Miro la ventana y descubro que no está ni adentro ni afuera. Miro el techo y concluyo que siempre va a estar arriba, a menos que me suba a la terraza (ahí la cosa cambia).

Es sábado a la tarde, hay sol y un día como hoy podría abandonar la idea de ser feliz. Podría, pero no lo hago. No lo hago porque simplemente no quiero y por sobre todas las cosas porque justamente hoy es sábado a la tarde. (Para eso existen los domingos a la tardecita)


Bragado, 11-9-2010