Gris M.


“Mírame pronto
antes que en un descuido
me vuelva otro”

Señales- M. Benedetti

La tercer ciudad del mundo con mayor cantidad de edificios que superan los 35 metros de altura fanfarroneaba el folleto de la Tourist Guide. Me subí en uno de esos tantos monstruos y medida me elevaba, el paisaje a apreciar a través de las ventanas era cada vez más gris. Gris cemento, gris smog. Gris inmenso, gris horizontes. Gris costumbre. Gris.
Para ser franco siempre sentí rechazo por determinados colores, y uno de ellos, si así lo puedo llamar en esta ocasión (y que me disculpe mi maestra de plástica de tercer grado) es el gris. Ni blanco, ni negro. El mix de tintas. Ni bueno, ni malo. Ni fu, ni fa. El mitad de camino. El mediopolvo.
Entonces ahora yo, meditabundo, reflexiono echado muy cómodamente en la de tres plazas del cinco estrellas a diez de pasadas las doce. Y dilucido que hay mucho de parecido y auténtico entre el tipo que mide dos metros setenta y cuatro y el otro que apenas rasguña los setenta y cinco centímetros. Uno, que cae en el triste error de considerarse aliviadamente normal, no es más que un ser ordinario, un punto intermedio, uno más del montón (enotraspalabras: un gris). A raíz de lo manifestado (y dudo que celebrado) arranqué ahí nomás a rebobinar (símil lapicera Bic en un cassette) y sucedió que encontré mucho punto medio que anda dando vueltas por ahí. La media de la población consume […], el común de los hombres prefiere […], me siento identificado con […]. Y así seguí tirado en la cama, largas horas, vomitando letras; y como fiel que soy a las novelas bien noveleras tan afamadas en este país (por cierto bien llamadas culebrones) me acordé casi de manera obligada de la última mujer que recientemente mehabíaafanadoilcuore. Y un poco thinking, un cacho confessing y otros tantos pedazos understanding rememoré cuantos momentos habíamos compartido y cuanto había sentido. Y caí en la cuenta y Oh! Revelación de que entre lo mucho que quería y lo poco que podía me había quedado inmóvil, estático, patinando en barro, sin arrancar. Me había quedado clavado en el medio.
A Sao Paulo se le caía otro atardecer más encima y se ponía aun mucho más gris, y para colmo empezaba a llover.



7 de febrero del 2011, Sao Paulo, Brasil.