2 x 1

Sonia


Sonia vivía dormida. Se despertaba solamente para poder volverse a dormir. Las sábanas auténticas guaridas, las almohadas legítimas contenciones salvaguardias. Sonia soñaba, y soñaba mucho. Soñaba que se enamoraba de un hombre soñador y se recostaba junto a él. Soñaba que recorría al mundo en una cama voladora. Soñaba que se tatuaba los atardeceres, y las montañas, y los mares, y todo. Sonia roncaba futuros y vidas mejores. Soñaba con la eternidad, con la inmortalidad. Sonia soñaba al extremo. Y fue por eso. Fue por soñar tanto que Sonia prefirió dormir.



Ramón


Ramón se ganaba la vida como viajante. Vendía repuestos automotrices por catálogo y además era soltero. Ya de chico le inquietaba la idea de moverse de un lugar a otro. Su rutina de mármol se basaba en subirse al coche, conducir hasta una localidad (ciudad o pueblo), bajarse del auto, entrar al negocio asignado, vender repuestos, salir del local y volverse a motorizar para emigrar a otro destino. Año a año había crecido en él la pasión por acondicionar y mejorar su automóvil. Basándose en que éste era su herramienta de laburo (y su carta de presentación) invertía horas y dinero en las nuevas cubiertas, las llantas, el motor, el estéreo, el polarizado, el espoiler, los dados. Ramón volcaba su sueldo entero en la nueva tecnología para coches. Sus conversaciones, sus ideas, sus proyectos, su mundo giraban en torno al mismo tema. Y fue por eso. Fue por pensar tanto pero tanto en autos que no vio pasar al tren.



8 Agosto del 2010 – Bahía Blanca