No quisiera ser entrometido
pero de ser posible recomiendo acompañar a esta lectura con las caricias de “As
Tears go By”. Deberían tener espacio suficiente para leer el cuento antes de
que finalice la canción pero el tiempo que cada uno le dedica a saborear cada palabra
es personal e incorruptible.
Parecía repetida, o bien era la misma situación, el mismo
contexto. Música intradérmica de background, pudiendo ser cualquiera
entre Dylan, Al Green o algún disco sesentoso de los Stones. Un cofre abierto de
hojas, tallado por Julio, Milan o el rutero Kerouac. Algún vaso en slow mode, y en este caso sólo dos
opciones, caffetto o whisky; y por último
un tópico trillado para reflexionar (y la lista de finitos posibles se vuelve
infinita). Papel, lapicera y resaltando
de modo sobresaliente todas las vagas intenciones de sentirse ser.
Ricardo se había plantado en el balcón, justo al lado de las
macetas de helechos y el potus que le había regalado su ex (y que hoy le
quedaba como un monumento a la ironía). Lo mágico de las noches en la ciudad
donde atiende Jesús, es que obligadamente resaltan las millones (y millones) de
luces, de los miles (y miles) de edificios y autos. Y junto al propio clima
templado-cálido terminan de decorar un ambiente oportuno para incentivar y alentar a las ganas de salir a ver. Decenas de metros abajo, el
bullicioso tránsito era apagado paulatinamente por el adormecimiento en cadena que generan esas
mismas horas en la cuales la humanidad
termina su jornada laboral e intenta salir vanamente a engañar a sus doctrinas regaladas.
Ricky aplastó bruscamente entre sí tapa y contratapa, fondeó
el whisky y al ritmo de As tears go by
se montó a la baranda. Esa baranda que divide adentro de afuera, la tierra del aire, el más acá del más
allá. Quizás algo movilizado por la profundidad de los trazos de Kundera, quizás por la vasta cantidad of empty
glasses o bien por alguno de esos infinitos
finitos temas. Es muy gracioso que el mundo nunca pare de girar. Es tal la inercia, tal la costumbre.
Sigue siendo gracioso, pensaba ligeramente mientras sordamente caía.
La mañana suele ser el momento del día del cual se espera
mucho sin haber hecho nada aun. Se le
aploman muchas expectativas y eso es
injusticia en carne viva. En contrapartida a la noche no se le exige nada y por
esa misma razón suele ser conceptualizada como fresca y mágica. De los espacios
vacios, como generación espontánea, la mitosis de ideas te arrincona. La
elección más fácil a veces resulta ser la más difícil (y viceversa también)
Ricardo abrió los ojos y tuvo tiempo suficiente para
categorizar y reafirmar lo insoportable que puede resultar la levedad del ser. Cuan complicada se torna
la vida si no hay decisiones de las pesadas, de las que curten la piel. Si no hay más
responsabilidades y compromisos que únicamente el derecho (no ganado) a tan
sólo respirar. Y cómo no hay identidad sin memoria se acordó de algo que tenía
pendiente hace rato ya. Entonces se
reincorporó desde las baldosas del balcón, acomodó las macetas derrumbadas,
arrojó el potus por los cielos, tomó la lapicera y ya sin vértigo se sumergió
nuevamente dentro de su casa, con la única intención de tratar de ser.
9 de marzo del 2011,
Rosario, Santa Fé.