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La compañía de algún libro era lo único tangible que quedaba para mitigar la ebullición imperiosa de un cuerpo que ya había dejado de serlo. Se suponía que, cual movimiento sísmico, la performance iba a caer de madura. No fue así. Se suponía que, como en un típico pueblo sin memoria, impune yo iba a salir a la calle a concretar una rutina. Tampoco fue así. Lo muy determinante fue poner jabonoso el desconcierto, volverme invisible.

Una crónica camuflada con palabras que a su vez se disimulan en presencia de sus pares. Eso es todo. Con aroma a un carnaval Paulista que está por sorprenderme. Entre personas que sonríen aunque no me entienden. Un hombre se vuelve un hombre cuando lo comienza a creer así. En vísperas de lo expuesto no queda más que sublevarme a la traslación y de una buena vez por todas entender alguno de los tantos libros que reposan sobre mí.




13 de febrero de 2011. Sao Paulo- Brasil