Reflexiones de Ramón D. Dopazos (IV)

Diario N° 7 – Hoja 365. Análisis algo indecoroso en relación a los esfuerzos Mayas por dar orden al cosmos y  nuestra frívola caracterización a propio antojo del conjunto de días que conforman una settimana.


Algunas semanas se me pasan por alto, furtivas, invisibles. Otras volando en avión a chorro y otras como esta (simplemente no se me pasan). La semana por sí misma no tiene identidad y menos siente culpa. Cada vez que observo un charco en la esquina de una manzana me acuerdo de lo que me dijeron la primera vez que miré al cielo “Todos somos la misma cosa, el mismo olor” (y qué tendrá que ver lo mundano con el tiempo, no? - NdA: léase con tono irónico por favor)

¿Qué determina el éxito o el fracaso de una semana? Era habitual cuando joven jurar y perjurar. Ya no juro, ya no hablo. Ya no, llano.  Quizás hubieses preferido que nunca me haya ido (que nunca haya aceptado ese trabajo en el exterior). Quizás yo tampoco (¿Quién sabe?) Lo bueno de las semanas pedantes es que sólo tienen siete días para castigarnos. Pero el problema es que hoy en día es muy común huir de los acontecimientos crujientes; y cuando digo hoy en día en realidad me refiero a siempre (desde el año en que todo se inició). Es por eso que las semanas se repiten unas tras otra componiendo  lo que vulgarmente denominamos un año malo (pero eso ya es otra cosa más grave y palabra mayor)




Marzo del 2011, Paradero desconocido