Extravío barrial

No serían más de las dos de la mañana cuando había decidido salir a dar un paseo por el barrio. El efecto del café era mi fiel compinche de aquellos días de nada. Las copas de los árboles se penduleaban al ritmo del leve viento que otorgaba a la noche una atmósfera, digamos, acogedora. Me detuve a observar. Cualquier cosa que pudiera ser observada era digna de mi atención. Techos, ventanas, veredas, autos, perros, mis zapatillas azules. Continué el recorrido y poco a poco y/o paso a paso me fui perdiendo. Al principio sólo me perdí en mis recurrentes pensamientos. A posteriori y sin intención me perdí entre las calles. Miré detalladamente y girando sobre mi eje, pero no logré ubicarme. Me resigné y asumí mi propio extravío. Como no tenía trabajo o necesidad de madrugar no me importó desconocer mi paradero. Las ganas de pasear estaban intactas así que reanudé mi caminata. Llegué a una esquina y doblé a la derecha. Encontré una plaza, la atravesé y caminé hasta un descampado. Luego volví sobre mis pasos y doble a la izquierda. Luego derecha y ahí la vi. Como por arte de magia, mi casa. La contemplé unos minutos antes de decidir entrar. La persiana de la ventana del living comedor estaba arriba y pude ver. Ahora sí me sentía realmente extraviado. En la mesa principal un hombre de zapatillas azules tomaba café.


19-3-2010 Bahía Blanca, Argentina