Saldo

Ya no importa. Realmente ella ya no importa. Y yo, necio y testarudo, sigo exportando.




23 de febrero del 2011. Sao Paulo - Brasil

De escobas y rotundos

Mientras yo barría el piso roído de la cocina, Andrea dormitaba (cómodamente incómoda) apoyada sobre la mesa contigua al televisor. El noticiero de la noche informaba que en el último estudio realizado por la Universidad de Tiametoxán se había comprobado fehacientemente que ocho de cada diez parejas de jóvenes menores de 35 años, no lograban superar los dos primeros años de relación amorosa- rechoncha. Sordamente me pareció que Andrea había mascullado algo pero de todos modos no entendí. Giré mi cabeza y me detuve a mirarla con sus ojos cerrados y, como tantas otras veces, me quedé pensando en lo hermosa que ella era. Me acerqué y comencé a acariciarle la nuca y el cuello de su espalda lomada. Otra vez tuve la sensación de que murmuraba algo pero tampoco comprendí. Mientras la TV se perdía en las pautas publicitarias noté que el piso seguía sucio. Tomé la escoba y me puse a barrer nuevamente, pero ya con un poco menos de interés.






22 de febrero del 2011. Sao Paulo – Brasil.


-Absorto me absorbo de a sorbos-

Hoy.

¿Es un día perfecto?
¿Qué día es hoy?

No quisieras la respuesta,
(¿Para qué?)


Camino obstinado al bajofondo del bar de alavueltadelaesquina. Improviso con la clásica mesa del fondo y como ya me es habitual, miro la carta ya sabiendo lo que voy a ordenar. Pido un porrón y con los primeros sorbos van catarateando los primeros pensamientos(barra)sensaciones. De las escaleras de maderas chillan los labios que se someten colgados de los rincones que en algún momento supiste guardar en silencio. - Otro sorbo-. Las hornallas que nunca se dejaron prender, la mesa lista para no comer, mi cama sin sábanas. -Dos sorbos seguidos-. El olor de un cuerpo cargado de sudor ajeno al mío. La indiferente pasarela de eventos. La incertidumbre. -Un trago largo-. La ropa que me quedo en casa. El cambio de tu número y de mi eje. -Pido otra ronda-. Tu silencio. -Otra ronda más-. […]. -Y otra ronda más- (y prometo que esta sí será la anteúltima)


22 de febrero del 2011. Sao Paulo, Brasil.

Just press the button (please)





La compañía de algún libro era lo único tangible que quedaba para mitigar la ebullición imperiosa de un cuerpo que ya había dejado de serlo. Se suponía que, cual movimiento sísmico, la performance iba a caer de madura. No fue así. Se suponía que, como en un típico pueblo sin memoria, impune yo iba a salir a la calle a concretar una rutina. Tampoco fue así. Lo muy determinante fue poner jabonoso el desconcierto, volverme invisible.

Una crónica camuflada con palabras que a su vez se disimulan en presencia de sus pares. Eso es todo. Con aroma a un carnaval Paulista que está por sorprenderme. Entre personas que sonríen aunque no me entienden. Un hombre se vuelve un hombre cuando lo comienza a creer así. En vísperas de lo expuesto no queda más que sublevarme a la traslación y de una buena vez por todas entender alguno de los tantos libros que reposan sobre mí.




13 de febrero de 2011. Sao Paulo- Brasil

Estupefacto



Life is what happens to you
while you're busy making other plans.

-John Lennon-



La serpentina. Te pregunté por la serpentina (y todo lo que esta implica). Me dijiste, tajante e inescrupulosamente, que no tenías NI idea (ni de las remotas, y de paso acentuando el NI). Entonces, obligadamente, tuve que volverteapreguntardenuevo. Recién, y después de tantos decenios, te pude ver el detalle del ojo (¡sorprendente!). Y ahí me quedé (estupefacto). Ya no sabía si reanudar la conversación (para disimular) o huir sin vestirte. A posteriori (y por lógica) transcurrieron los días y yo seguía paralíticamente estupefacto (y varado) en el mismo lugar. Tu amplitud térmica (símil característica de mi ciudad natal) implotaba indeclinablemente mi armazón óseo (tan bien mantenido hasta ese momento). Y yo seguía (inútil y vanamente) pensando acerca de tus serpentinas; y yo continuaba extrañado por aquel detalle en uno de tus ojos. Nunca pude volver a asentarme (o pisar fuerte, o al menos ponerme los tapones altos). Supongo (arbitrariamente) que se habrían arrastrado unos mil quinientos meses cuando sin tutelas ni tutías optaste (y decidiste cansinamente) ya nunca más. No más estática, no más yo estaqueado (y deplorablemente estupefacto). Tu semejante novedad noticiada me cayó (y aplastó) cual helada negra. Penetrante, filosa. Insoportable. Y ahí me quedé. Quieto, como pez (cado). Doblemente anonadado (entreviendo my mistake). Irreversiblemente y para siempre estupefacto.



12 de febrero de 2011. Sao Paulo. Brasil