Atareada Moraleja

Todos se miraban y me decían que no lo podían creer. Algunos reían, otros quedaban en silencio. Otros no se movían. Yo no tomaba real dimensión de lo que acontecía así que por lo tanto me divertía superficialmente mientras esperaba la hora de irme a la cama.
La señora de pelo raro no dejaba de acariciarme el cuello. Al principio me pareció divertido pero con el correr de las horas me empezó a dar la sensación de que la situación se tornaba siniestra o bien molesta. Para ser sincero ya me había aburrido un poco de todo ese embrollo así que disimuladamente agarre un vaso, le puse un poco de whisky y me escape al balcón. Cerré la ventana detrás de mí y por fin pude ver el silencio. Ya era de noche por lo tanto el mar solo se escuchaba. Pasado unos minutos me encontraba con mis pensamientos en lo mas profundo de mi cuando una mano me tomo por el cuello. Mi reacción lógica fue dejarme caer al piso. Una vez derrumbado sobre las baldosas de granito pude ver al dueño de la mano (que aclaro, no era la señora del pelo raro) Supongo que fue por el olor de la ropa que decidí no respirar. Me levante suavemente del suelo sin dejar de ver directamente a los ojos al portador de "la mano". Este me mostró nuevamente sus cinco falanges. Eran gordos y peludos. Uno de ellos tenía un anillo con diamantes. Otro tenia una uña negra. Me sonrió. Luego me mostró como cerraba la mano hasta transformarla en un puño. Luego me enseño como ejecutar una trompada. Luego no me acuerdo más.
Desperté muy molesto y con unas ganas increíbles de tomarme un café y comer algo. Me levante de la cama y fui directamente a la cocina. Allí estaba el, como todos los días desde hacia mil años. A esa altura ya odiaba su cara y por sobre todas las cosas su mano. Ese día en particular no lo quise saludar entonces me quiso enseñar como ejecutar una trompada en las costillas. Obviamente yo le enseñe como eludirla. La realidad es que ya éramos maestro y alumno de ida y vuelta. Todo el tiempo enseñando y aprendiendo. Un día el me enseñaba mucho y otro día el aprendía un poco. No se cuanto duro toda aquella odisea pero tampoco quiero saberlo. Basta.
Todo lo relatado forma parte del pasado. Ahora es presente y por cierto hace mucho frío. Dicen que va a nevar. Lo anecdótico de aquellas vivencias es que todos los días se "aprende" algo nuevo. Esta en uno saber "enseñar"

29-10-2009 Bucarest Rumania