Sin rodeos

Lo cansino que se desabotona ante la incorruptible fundamentación de ir menos acá y por lo tanto más allá. El glorioso segundo en que por fin (y de una buena vez por todas) tomás las riendas riendo y palanqueás la primera rueda de un monstruoso tren. La inercia se encarga del resto. Ahora te encontrás moviéndote (más por dentro que por fuera) y te sentís estrafalariamente raro cuando no estás sintiendo otra cosa más sencilla que felicidad. Y ahora la pregunta final: "¿Por qué convertimos en universo lo más simple de la vida?"

18-9-2009 Lisboa, Portugal